sábado, 24 de mayo de 2014

Salí a pasear.

Salí a pasear.
Pero antes de eso tuve una conversación contigo:

-Hola.
-Hola, cuánto tiempo -me dijiste.
-Sí, tiempo.
-... ¿por qué?
-Porque te quise.
-¿Cómo?
-Porque te quise, y no pude decírtelo, no quería decírtelo, y todos los días tuve que ser fuerte para callarme, todos los días arriesgándome a ser relegada al olvido, intentando no pensar en todo lo que podría haber sido, con sus éxitos y sus fracasos, todo ello amarrado por el tiempo.
-¿Qué me estás diciendo? ¿Es una broma?
- La evidencia es demasiado real, podías entrar con completa facilidad en el fondo de mi corazón y destruirlo, cogerlo y quemarlo allí donde van las almas perdidas, maltratarlo ignorándolo, ofrecerle mentiras para que se las fuera creyendo ese maldito ingenuo.
Y siguió latiendo, sabiendo que iba a  dar el paso hacia la negación, la ruptura, la soledad. O por el contrario, hacia un rayo de luz, una mezcla de miedo e ilusión recorriendo los riñones, el hígado, los pulmones, subiendo por la tráquea y saliéndome por los ojos, una mezcla que hace que hayan sido necesarios mil años de espera.
-Lo siento, pero tú no estás bien ¿verdad?
-Realmente agradezco que estés fingiendo como si no entendieras de lo que te hablo. Quiero y no quiero terminar con todo esto, llegar al final. Decirte todo esto me da el valor del que creía que carecía, me libera. Me hace ver que todavía soy capaz de decirte todo esto, sentir todo este riesgo que hace que me tiemble el cuerpo, esa herida inestable, el luto que guardo por todos los amores muertos, las razones y motivos por las que estoy aquí hablándote, esas mismas razones por las que nací y me fue concedida la vida, que no fue si no para sufrir y para amar.
Ese amor que me fue otorgado fue cambiando de nombres, de cuerpos, de lugares. Ese amor viajaba, se desplazaba y se detenía allí donde veía que podía dar una oportunidad, donde no había sitio para excusas, donde la fuerza y los impulsos no se podían contener.
Es inagotable y llegará el momento en el que conoceré en que punto debió darse la coincidencia, que ciudad debí de visitar, que momento transformó el recorrido.
-¿Sabes lo que estás diciendo?
-Ahora no te puedo responder. Sólo te estoy entregando a través de palabras, algo que me pone en riesgo, me hace vulnerable, y quiero por fin recibir todo el dolor, toda la herida; porque estoy preparada para vivir sin ti.
Es verdad que hay momentos en los que estoy al límite, que merodeo todo lo que te relaciona, pero pasa el día, la noche, y recupero mi destino. Lo acepto.
Como alguien dijo alguna vez: morir es no conocer el amor, y morir lentamente es saber que existe y no poderlo alcanzar.
-Pienso que deberíamos acabar esta conversación, no me gusta. Me alegro que haya despertado en ti cierto sentimiento, y te aprecio, somos amigos, pero no hay nada más que cariño, correspondencia.
-Lo sé, sé que tu corazón hace tiempo que visita otros lugares. Pero todo esto no te lo digo para que me digas si hay algo, que ni siquiera yo sé. Todo esto te lo digo para que intentes evitar todos esos momentos que no nos llevaron a ninguna parte, toda esa destrucción que podría haberse acumulado día tras día, sin tener un plan de choque para evitarlo. Para que evites preguntarme educadamente obviedades. Para que no haya otro modo de desaparecer que pensando que soy alguien que trabaja para el lado oscuro del corazón.
-Bueno, tengo cosas que hacer, ya hablaremos otro día. Todos atravesamos momentos, no te dejes confundir. Cuídate.

Me quedé así, tal cual, cuando se desconectó. Bebí agua y me concentré en cómo recorría mi cuerpo. Respiré, ahora con unos pulmones nuevos. Sentí esa humilde y profunda sensación de cuando se hace el trabajo bien hecho.
Me rodeé de gente nueva, de nuevos seres, de un bosque de almas por el que no se atreven a penetrar los rayos del sol.
Salí a pasear.


































miércoles, 14 de mayo de 2014

Viviendo cada segundo.

Seres vivos somos.
Algo raro que no sabemos descifrar.
Intentamos no caer en la monotonía,
pero todos hemos caído alguna vez
durante nuestro camino.
Día tras día creemos ver el cielo brillar
o, por el contrario,
desquebrajarse y volverse negro.
Nos ayudamos mutuamente o nos hacemos daño.
Intentamos mantener la calma, la compostura,
sin embargo, en ocasiones,
nos desbordamos, nos volvemos locos.
Perdemos y ganamos
e intentamos alejarnos de la melancolía.

Por una vez dejé apartarse el dolor,
he sabido vivir de una ilusión
y me ha hecho libre.
Supe desahogarme,
pensando que conmigo hubiera sido
como respirar.
La pasión llenó el corazón,
respiró,
supe que te quiso y por eso vio el cielo azul.
Sin ver defectos,
sin soledad,
sonriéndole a la tormenta con dulzura.

Te agradezco haber sido mío.

jueves, 1 de mayo de 2014

Nada.

Hoy me he mirado en el espejo
y, te lo juro,
no me he visto.
He girado la cabeza en distintas posiciones
pero, nada, no estaba,
había desaparecido.
Hoy solo he sido un recuerdo
de lo que, supongo, antes era.
Hoy era humo, un cuerpo vacío,
sólo y andando sin rumbo.
Mis ojos miraban pero no veían,
y para qué contarte nada de
mi interior, si es un hueco enorme
por donde se filtra el aire.
Y, sí, ya he comido todo el chocolate
que tenía que comer para ahogar las penas,
pero no ha funcionado.
Mi mente ha empezado a pensar en un futuro,
y me ha visto vagabundeando y
con los ojos hundidos.
Hoy a sido un día lento
y solitario.
Pero tenía que pasarlo y ya
se acaban las horas,
este día se está yendo.
La nada fluye y
ahora mismo, sólo soy un recuerdo
de lo que era pero, sinceramente,
no voy a volver a ese "era",
no voy a volver atrás,
prefiero tener los ojos llorosos
a la nada pudriéndose en mi interior.